Son tiempos difíciles. La bonanza económica que duró un largo periodo se paró de repente en seco y a casi todos nos tocó adaptarnos a esta nueva situación con ajustes.
Esto ha sido así al nivel personal y también al nivel empresarial. Durante todo este tiempo hemos convivido con la palabra «crisis» a diario. Es imposible que pasa un día sin que te encuentras con la palabra «crisis» en su sentido negativo en la televisión, en los periódicos, en Internet o en las conversaciones con tu familia o con tus amigos.
Pero como todas las cosas la «crisis» tiene también su lado positivo.
La crisis requiere que revisamos nuestra situación y que volvemos a estar con los dos pies en el suelo. Hace que empezamos a valorar mucho más lo que tenemos. Una crisis nos obliga ser mucho más consciente de las elecciones que hacemos.
Nos hace plantear las siguientes preguntas útiles – tanto al nivel personal como al nivel empresarial – :
- ¿Dónde estoy?
- ¿Cómo he llegado aquí?
- ¿Hacia donde quiero dirigirme?
- ¿Qué pasos debo seguir para llegar hacia la nueva situación deseada?
Si logras responder a estas cuatro preguntas, tienes el plan de ataque no solamente para salir de la crisis, sino para empezar un nuevo ciclo con energia renovada y los objetivos más claros que nunca.
La siguiente leyenda muy antigua (de raíz hinduísta) nos enseña – en forma de una parábola de dos ratoncitos – que una crisis por muy duro que parece siempre pasará. Mantén la esperanza, haz tu trabajo lo mejor que puedes, responde a las preguntas útiles y no te rindes.
Dos ratones cayeron dentro de un jarro que estaba lleno de leche.
Al ser el borde del jarro demasiado alto, quedaron atrapados en el recipiente y no les quedaba otra opción que nadar frenéticamente para evitar que se hundieron. Llevaban nadando más de dos horas cuando uno de los dos perdió toda esperanza y abandonó la lucha. Dejo de nadar y se ahogó.
El otro ratón estaba también muy cansado, pero decidió seguir luchando hasta el límite de sus fuerzas. Nadó y nadó sin descanso. Cuando ya no le quedaba fuerza alguna de repente la leche se convirtió en mantequilla y el ratoncillo, apoyándose sobre esta materia más sólida, pudo saltar por encima del borde y escapó.
Fuente: cuento aportado por contarcuentos.com